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HÉRCULES. LA GLORIA DEL PEPLUM

Por : Octavio Serra

Hércules, Le fatiche di Ercole, de 1958. La película representa una de las grandes glorias del cine italiano de posguerra, y la revaloración de argumentos míticos para el cine. Tal vez el director Pietro Francisci, cuyas anteriores dos películas habían sido filmes históricos sin éxito comercial como La Reina de Saba (1952) y Hombre o Demonio (1955), nunca dejó de agradecer su buena fortuna por emprender tal proyecto: empezando por el equipo de producción, dentro del cual contó en la cámara con el ojo fantástico del luego muy célebre director de horror Mario Bava y en la musicalización con un experimentado compositor para cine como Enzo Masetti; también fue un acierto la selección del reparto, dando el protagónico a un excampeón de fisiculturismo como Steve Reeves, cuya figura encarna la apoteosis del peplum en la historia del cine mundial. Cuenta la leyenda que a unas semanas de iniciar el rodaje de la película, mientras estaba desesperado por no dar con el actor que combinara equitativamente masa muscular y un rostro fotogénico para la interpretación de Hércules, la hija del productor y director localizó con apuros a su padre y le platicó sobre un impresionante y galán hombre de hierro que acababa de ver en un musical de la MGM, Athena (1956). El nombre de tal prodigio era, por supuesto, Steve Reeves, y así fue como la hija de Francisci realizó el casting más trascendente en la vida de su bien amado padre.

Otro hallazgo crucial del reparto fue el de la actriz de origen yugoslavo Sylvia Koscina en el rol de Iole; aunque sinceramente nunca logra crear un personaje mítico verosímil, esta musa provocó suspiros, respiraciones entrecortadas y transpiraciones en toda una generación de espectadores a los que poco importó el tema de la interpretación actoral.




Finalmente, el golpe de suerte fue dado por el productor y distribuidor de la película en América, Joseph E. Levine, quien anteriormente había comprado los derechos de un film japonés titulado Gojira (1954), mejor conocido como Godzilla en Estados Unidos; él es el responsable de sembrar en la mitología cinematográfica a dos de sus grandes, monstruosas, heroicas y taquilleras figuras.

Levine previó que Hércules –luego de una modesta acogida en Europa- sería un producto altamente cotizado en Estados Unidos. Él sabía el secreto comercial del cómo y dónde. Sin tardanza, compró los derechos de la película a un módico precio, haciendo valer la vieja consigna mercantil de “compra barato y vende caro”. Preparó enseguida una genial compaña de publicidad y distribución. Al contrario del entonces regente sistema de exhibición basado en una precavida selección de cines para la proyección de la premier, Levine impuso un nuevo método en el que la película se estrenara en tantas salas como fuera posible, con el objetivo de saturar los espacios de proyección y acorralar la atención del público con el “gran acontecimiento” que resultaba el día del estreno.




Complementando la citada estrategia, también se lanzó una campaña publicitaria de alcances masivos; aquí es dónde Levine sabía lucrar, liar y lucir más y mejor que cualquier otro productor de la época. El lanzamiento de Hércules no pudo ser menos que espectacular, pues el productor ofreció un banquete para la prensa e invitados especiales en el Waldorf-Astoria de Manhattan. Los asistentes a esta sesión de “explotación hercúlea” así llamada por la insólita declaración del propio Levine: “Vamos a explotar a Hércules a lo largo y ancho de la nación este verano” recibieron un bien impreso boletín de prensa con la efigie del héroe, carteles multicolores y distintos accesorios aludiendo al tópico.

Al mismo tiempo que los souvenirs eran repartidos, se podía escuchar al cantante Vaughn Moore interpretar en versión balada el tema original de la película. Pronto inserciones de página entera y a todo color ilustraron e informaron sobre la película en revistas de circulación masiva, como Life, Look y Parade. Eso no fue todo. Comerciales de medio y un minuto promocionando la película invadieron la televisión y los carteles se pegaron no sólo en las entradas de los cines, sino en cualquier pared o cabina telefónica disponible. La figura apuesta y fornida de Hércules-Reeves se convirtió en icono popular y omnipresente.

Hércules fue la gota que derramó sobre los siguientes años el torrente de películas low-budget sobre el personaje y propició su entrada a la cultura de masas. A partir de este film, aparecieron en las pantallas de todo el mundo diversas aventuras del héroe con títulos desaforados como Hércules contra Moloch (1963), Hércules contra los mongoles (1963), Hércules contra Roma (1964), Ulises contra Hércules (1961), Hércules y el tesoro de los Incas (1964) y Hércules Chino (1973).




El Hércules de Francisci también contribuyó a la explotación de otros forzudos míticos como Sansón, Maciste, Ursus, y a la réplica de éstos en caricaturas con tintes seudomíticos o locales como Conan el bárbaro y el mexicano Chanoc. Constancia de la influencia viral originada por la película es que el grupo Marvel –Comics, tres años después del estreno, incluyó al hijo de Zeus como un personaje casi permanente en sus tiras cómicas, e incluso compartió aventuras con el Hombre Araña, Hulk y el Capitán América.



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