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LA CUMBIA ASESINA. Ritmo, traición y muerte

Por: Alberto Acuña Navarijo
loungeymartinis@hotmail.com



Creo que la mejor manera para empezar el presente texto, será sentenciarlo del siguiente modo: La Cumbia Asesina (1991) es más naca que ponerle una playera de Snoopy al asiento del coche.


No me malinterpreten. Una de las principales virtudes del que es considerado el único videohome “de culto”, es precisamente que exuda vulgaridad de una manera natural, sincera y sí, también muy divertida. No es casualidad entonces, que La Cumbia Asesina, lleve la firma de Christian González.


Es curioso. Cada vez que los pelados de Revista Cinefagia, tenemos la oportunidad de hablar de Christian González, nos referimos a él como un autor maldito con comprobadas aptitudes y que anda necio con que el videohome pueda ser tomado en serio como una alternativa para hacer cine de calidad, a bajísimos costos y redituable; pero quien sabe por qué demonios hemos pasado de largo que a través de su inclasificable y abultada filmografía, ya está acostumbrado a sacarle ronchas a más de uno; representando esa sordidez y restregando lo peor que nos caracteriza: lo prosaico, mediocre, mezquino y ojete. Vaya, tal pareciera que Christian González disfrutara de sobremanera haciendo eso.


Digámoslo de esta manera: evitar que una libre adaptación de Carmen (original de Prospero Merimee), cuyas acciones transcurren en barrios proletarios, se convierta en una gracejada fácil y lograr en su lugar que el espectador que se acerque a la también conocida como Ritmo, Traición y Muerte, pueda sentirse realmente identificado o sumamente ofendido; al oler la grasa de las fritangas de los puestos que se encuentran en la base de microbuses; oír a todo volumen las cumbias rasposas en los salones de baile de Tacubaya y apreciar el ambiente idiosincrásico que permea a través de toda la película; sólo se obtiene estando orgulloso de que se esta hablando con conocimiento de causa.


Ya lo hizo con su oda a la misoginia Por un Salvaje Amor (1992) y con su particular versión de Edipo: Me Llaman Madrina (1996 -1997), trasladada a un mundillo decadente donde conviven judiciales amorales, raterillos resentidos con la sociedad, travestís y ex vedettes que viven de glorias pasadas.


También lo hizo con ese turbio thriller erótico, Cumbia Cachonda (2001) y en cierta medida sus videohomes psicotronicos-trash tipo El Clon de Hitler o Narco Gays (ambas del 2002), se regodean gozosamente en lo grotesco.


A pesar de todo ello, pienso que Christian González no ha podido superar del todo, el mito popular en el que se ha trastocado su Cumbia Asesina.





Atribuyo esto, al otro factor por lo que La Cumbia Asesina es un hito: haber creado un icono. Y ese icono se llama Eva Garbo.


Me atrevo a describir brevemente la primera secuencia de La Cumbia Asesina (que es además la que sirve para presentar los créditos iniciales), para poder explicar esto último: Fade In. En primer plano aparece el amplio trasero de Carmen (Garbo), la cual ataviada con un entalladísimo vestido blanco con lunares rojos, cruza un puente peatonal, solo para toparse al llegar al otro extremo y bajarlo, con un tipo que la recibe con el piropo más corriente que ustedes hayan escuchado.


Carmen sí está como para decirle ese piropo y todas las cochinadas que se les ocurra; pero también tiene mucha actitud (por no decir muchos güevos), por lo que en vez de resignarse, se lo contesta de una manera ingeniosa y contundente.


Un corte nos muestra a Carmen frente a un altar para la Virgen, entregando su correspondiente limosna. Un día más, en el salón de baile buscando clientes potenciales, ha empezado para nuestra protagonista.


Esta secuencia es suficiente para saber que así como Carmen le volará la cabeza tanto a ese judicial-padrote-dealer-ojete apodado “El Drácula” (Sebastián Ligarde), como al líder de una banda de punks lumpenes, conocido como “El Combi” (Jorge Luke); dentro de un triangulo amoroso que no dejara títere con cabeza, por que estos personajes marginales, aprenderán que por muy puta, por muy gandalla, o por muy mujeriego que se sea; eso de las pulsiones humanas y pasionales si calan cuando te llegan; hará lo propio con el púublico natural del cine populachero y chatarra.


Y es que La Cumbia Asesina originó –llamémosle así- un fenómeno muy particular: el público idealizo a Carmen. No el personaje. No la interpretación de Eva Garbo como tal. Si no a la mujer y su esencia. Esa mujer buenota que sabe que lo esta, por lo que irradia vanidad y femineidad por donde pasa, que si se entrega a sus instintos pero que tarde o temprano te va a hacer perder la razón. Vamos, todos queremos una Carmen en casa…con los riesgos que esto implique.


Digamos que Carmen trascendió el imaginario colectivo y sobrepaso a Eva Garbo y ella se la creyó. No es raro entonces, saber en voz del propio Christian González, que después de La Cumbia Asesina, Eva Garbo no pudo quitarse la sombra de Carmen dentro como fuera de pantalla por lo que su carrera no prosperó.


Cuando Christian me cuenta que su primera opción para el personaje de Carmen era Irene Arcila y que sólo su embarazo le impidió protagonizar la película; me pongo a pensar cuál hubiera sido el resultado. Seguramente uno muy distinto.


Por ultimo, existe un factor externo que de alguna manera ayudo a La Cumbia Asesina en convertirse “de culto”: la época. Cuando Christian González estuvo atravesando un periodo rudo y decidió hacer una tardía Ritmo, Traición y Muerte: La Cumbia Asesina II (2001), esta vez con Alexa Castillo (¡merezco!) como una nueva Carmen, una mujer que no puede reprimir sus necesidades sexuales pero que esta atada a un marido fanático religioso y donde revivió a “El Drácula” (recluido en un hospital psiquiátrico, suponemos que por el trauma que le dejó la primera Carmen) y “El Combi” (quien sigue siendo el mismo vividor de siempre… sólo que ahora manejando –valga el sarcasmo- una combi); las cosas no funcionaron igual.


Independientemente que si es malísima, (una farsa innecesaria que nunca encuentra el rumbo); la película no tuvo ni de lejos el mismo impacto que su antecesora por que la época no fue generosa con ella: ya saben, un mercado del videohome cayéndose a pedazos, un público que dejo de creer en lo que los productores ofrecían, una urgencia en maquilar lo que fuera con tal de vender, la vista de las principales compañías productoras puesta en la sala de cine intentando transferir lo “popular” a otro nicho, etc.


La Cumbia Asesina tuvo esa ventaja de su lado: haber sido concebida en el momento justo, en pleno esplendor del mercado.


En resumen, tenemos que aunado a su aire netamente nacional y su icono femenino que creo; cada minuto pasa algo (peleas en una cantina de mala muerte, un viejo teporocho que vomita a cada rato, una cena romántica en una puesto de grasosos tacos, sexo en una morgue, un travesti que tortura a un pobre diablo, balazos, encuentros casuales en un paso a desnivel llenos de orina y suciedad, asesinatos en lotes baldíos, bailes guapachosos en una zapatería y un largo etcétera); para poder afirmar que Ritmo, Traición y Muerte: La Cumbia Asesina es la película definitiva e imprescindible dentro del mercado del videohome y del imaginario del Mad Méx.







Ritmo, Traición y Muerte: La Cumbia Asesina


Dirección, Guión y Producción: Christian González; Fotografia: Juan Carlos Martín; Con: Eva Garbo (Carmen), Sebastián Ligarde (El Drácula), Jorge Luke (El Combi), Carlos Espejel (El Moco)


México, 1991 90 min.

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