En la presente década el cine de David Cronenberg parece que inició su mutación más extraña e inesperada. De Shivers (1975), su primer filme industrial, a Eastern Promises (2007), no sólo 32 años los separan, sino una serie de momentos y logros que parecen hablar de dos realizadores totalmente distintos.
En esas tres décadas, Cronenberg nos ha regalado (tan sólo asistiendo a las salas de cine o localizando sus filmes en diversos formatos) anarquía fílmica, genialidad discursiva, maestría formal, conceptos sin precedente, y ya últimamente historias más universales, aunque igualmente instaladas en una locura psicosomática.
Pero con Eastern Promises, como se mencionaba, Cronenberg ha dado el paso más aventurado, radical y aterrorizante de su mutación fílmica: se ha convertido en un mercachifle del cine hollywoodense. No saben cómo me cuesta decir esto, pues Cronenberg continúa siendo uno de los creadores que más respeto (una filmografía brillante –con excepción de este último filme- no se borra ante nada), pero esa es la realidad.
Ahora, Eastern Promises no es exactamente un filme absolutamente malo, a pesar de su rutinaria y aburrida historia, a pesar de sus personajes básicos, a pesar de una resolución de güeva, a pesar de muchas cosas. EP sobresale por las actuaciones de Viggo Mortensen, Josef Altin, Vincent Cassel y, más o menos Naomi Watts; sobresale por la mano de Cronenberg, apoyada por su brillante equipo de cabecera (Suschitzky en la cámara, Shore en la música, Sanders en la edición y Spier en el diseño de producción), pero comparado con el resto de su obra, este filme realmente es poco estimable.
Es decir, EP es un filme formalmente bien hecho. Posee una secuencia de pelea protagonizada por Mortensen desnudo que es un logro casi heroico de portento técnico y coreografía; es una secuencia brillante, lograda físicamente –tanto técnica como actoralmente-, sin efectos de índole alguna. Pero ésta parece perder significado cuando pertenece a un filme tan vacío.
La mediocre historia escrita por Steve Knight es la de cualquier filme gangsteril medio: una sociedad de hampones se ve en peligro cuando una de sus víctimas canta, sin querer queriendo: en manos de Watts está el diario de una adolescente que murió en parto, y que tuvo que ver con la cabeza de una familia de la mafia rusa. De hecho, esta anécdota en muchos sentidos y elementos había sido ya explorada por el mismo Cronenberg y Mortensen en la brillante A History of Violence.
Recuerdo que desde hace más de una década, Cronenberg trabajaba en el guión de Painkillers, proyecto que prometía enriquecer la investigación del realizador sobre la psique humana a través de la carne, en este caso a partir de modificaciones corporales.
Cuando en 2003 vino a México por primera vez y tuve ocasión de entrevistarlo, me comentó que tal vez continuaría laborando sobre dicho proyecto. La respuesta no muy segura me causó extrañeza. Pero a pesar de que para muchos espectadores e interesados en la obra de Cronenberg, tanto Spider como A History of Violence no tenían mucho que ver con la búsqueda discursiva del autor, a mi parecer solo se trata de cierta evolución en su acercamiento al problema de “la nueva carne”.
Pero con EP si estamos ya ante un realizador sobrepasado por las circunstancias. Hace dos o tres años que finalmente aseguró no haría Painkillers por tratarse de una historia que presentaba elementos que ya había discutido en otros filmes, no supe sin entristecerme o tomarlo como algo positivo. Pues indudablemente es malo saber que no veremos el proyecto esperado, pero igualmente es de aplaudir y respetar que un autor sea tan autocrítico.
Es así que el caso actual de EP me lleva a pensar en que tal vez Cronenberg considera agotada ya su elucubración filosófica y artística sobre el ser humano a través de “la nueva carne”. Si es así, lo repito, me parece respetable que un autor considere haber dicho ya todo sobre cierto tema y que considere no volver a tocarlo. Pero que decida trabajar sobre historias tan mediocres como la de EP, me parece una pérdida de tiempo y vida.
Estamos en espera de ver, finalmente, qué sale del capullo Cronenberg.
PROMESAS PELIGROSAS
(Eastern Promises)
Dirección: David Cronenberg; Guión: Steve Knight; Producción: Robert Lantos, Paul Webster, Tracey Seaward; Fotografía: Peter Suschitzky; Música: Howards Shore; Edición: Ronald Sanders; Con: Viggo Mortensen (Nikolai), Vincent Cassel (Kirill), Armin Mueller-Stahl (Seymon), Naomi Watts (Anna), Sinead Cusack (Helen)
Gran Bretaña – Canadá – Estados Unidos, 2007 100 min.
Participaciones: Festival Internacional de Cine de Toronto, Canadá 2007; Festival Intrnacional de Cine de San Sebastián, España 2007; Festival Internacional de Cine de Helsinki, Finlandia 2007; Festival Internacional de Cine de Hamburgo, Alemania 2007; Festival de Cine de Londres, Gran Bretaña 2007; Nominación al Premio Óscar a Mejor Actor (V. Mortensen), Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, Estados Unidos 2008.