Por José Luis Ortega Torres
El exotismo vende. Esta frase es prácticamente un axioma en todas las áreas de la mercadotecnia, de la cual no se salva el séptimo arte (¿aún valdrá la pena llamarlo así?), como bien nos deja en claro el más reciente largometraje del otrora sorprendente realizador británico Danny Boyle quien, contrario a lo que nos indica su reluciente Óscar a Mejor Director, se aleja cada vez más de aquel intrépido chamaco que nos sorprendió con Tumba al ras de la tierra y, por supuesto, ese mini-mito de mediados de los noventa llamado Trainspotting. La vida en el abismo.
Es bien sabido que los premios de
La historia, aun a pesar de estar basada en una obra literaria, se muestra a lo largo del filme como un non-sense que va de menos a más mostrando las desventuras de Jamal, un perro de barriada (más o menos eso significa el termino original slumdog) que alcanzará el sueño de todo desposeído (inclúyome): sacarse la lotería, o lo que es lo mismo, ganar fama y fortuna a través de un programa de concursos televisivos y redimirse ante la sociedad y el estado (no es gratuita su encuentro con la policía) por el simple hecho de volverse, de la noche a la mañana, en un Huicho Domínguez hindi. Cuánto tienes, cuanto vales.
La cinta se narra en tres tiempos que corren de manera paralela. Para ubicar al espectador en el presente e ir acondicionando al espectador al drama del joven se nos muestra la noche en que Jamal está siendo interrogado por vía de la tortura para clarificar de qué método tramposo ha echado mano horas antes para hacerse millonario en el concurso. Según la policía es imposible que un joven analfabeto y jodido sea capaz de conocer, de memoria, las cada vez más complejas respuestas del programa por lo que, de inmediato, lo acusan de estafador.
De ahí nos vamos al segundo tiempo, que sitúa como único escenario el estudio de televisión donde el joven se enfrentará al pedante conductor, quien no pierde la oportunidad de humillarlo e intentar que pierda a como de lugar, pretexto argumental que nos lleva, por medio de flashbacks, a conocer los orígenes de esas atinadas respuestas: la infancia y crueles avatares de Jamal y su hermano Salim.
Ninguna escuela es más efectiva que la vida misma y es así como esas viñetas del pasado nos dan las cada vez más descabelladas explicaciones a las respuestas del concurso, llevando la historia desde los terrenos del melodrama descarnado hasta el paroxismo puro. Estamos ante una historia de tristeza y negro destino propia de Pepe el Toro: desfile de calamidades donde la muerte, el hambre y la traición fraterna son el pan de todos los días de un joven de espíritu incólume que cruzará el pantano sin ensuciar su plumaje.
Lo de menos es soplarnos una vez más otra historia de redención y triunfo total, como Quisiera ser millonario hay muchas y mejores. Lo que sí es imperdonable es que aun estando ubicada en
caricatura tomada del site caricaturaschanantes.com
Porque de otra forma es incoherente que una filme que ha sido recompensado con los premios a mejor director y mejor película haga uso de defectos formales como el subrayado hasta lo evidente de escenas previamente vistas para explicar las que dan pie al desenlace: innecesario flashback que explica la cicatriz en el rostro de la bella Latika; repetición hasta el hartazgo de los close-up de rostros enamorados, abuso de la cámara lenta para enfatizar el sentimentalismo y calcar/copiar estilos y formas de, por ejemplo, Ciudad de Dios (Ah chingá ¿qué no es Ze pequeño quien se mete en esta cinta a matar al antiguo explotador de los infantes?) para hacerla más “ruda” y, por supuesto, redimir ridículamente al personaje del hermano malora, baleado en medio de una tina con billetes. Entonces, decía, sólo la “escena del dólar” justifica el inmerecido regalo.
A propósito… en los créditos de la cinta se anota a Loveleen Tanda como codirectora en India, entonces, ¿Por qué ella no recibió también una estatuilla como reconocimiento a su labor? Claro que ante una película tan impersonal y derivativa como Quiero ser millonario es difícil dilucidar cuál fue la parte que en verdad dirigió Boyle, porque eso sí, lo mejor de la cinta es el videoclip de los créditos finales que huele al Bollywood original, ese que es capaz de entregar épicas monumentales de tres horas o más sin que el público, al final, se sienta defraudado/estafado por una visión anglosajona pueril y petulante de lo que para los gringos es “exóticamente divertido”.
QUISIERA SER MILLONARIO
(Slumdog Millionaire)
Dirección: Danny Boyle y Loveleen Tandan (codirector en
Gran Bretaña – Estados Unidos, 2008 120 min.