Por José Luis Ortega Torres
Durante el extraordinario y definitorio periodo silente de la cinematografía alemana conocido como Expresionismo, se legó para la posteridad una de las más grandes cintas de terror de todos los tiempos, Nosferatu, eines Symphonie des Grauens (Nosferatu, una sinfonía del horror), dirigida en 1922 por Friedrich Wilhelm Murnau, quien embelesado por el poder sugerente del Dracula de Bram Stoker, decidió llevarla a la pantalla de la manera más apegada posible al original literario. No obstante su ímpetu, diversos problemas legales con la familia del autor irlandés por un tema de los derechos, llevaron al director a realizar algunos cambios en la trama, entre ellos cambiar el nombre de los personajes, para poder filmarla. A pesar de ello, los herederos de Bram Stoker iniciaron una querella judicial que concluyó de manera desfavorable para Murnau.
Siendo la primera versión fílmica del clásico literario, Nosferatu toma un aspecto poco trabajado del personaje del vampiro en las siguientes personificaciones en pantalla: su lado maligno. Si las siguientes adaptaciones optaron por la imagen de un conde carismático de profunda mirada hipnótica –Bela Lugosi–, o bien por explotar su sexualidad animal –Christopher Lee–, Nosferatu muestra su monstruosidad en todos los aspectos, iniciando por su propia imagen. Cómo olvidar al ya de por sí enigmático actor Max Schreck enfundado en un largo abrigo raído –y no el romántico smoking–, su cráneo desnudo, las orejas puntiagudas y unas ojeras que completan un rostro casi inhumano. Nosferatu en manos de W.F. Murnau es la encarnación del mal, de la pestilencia, de la perversión.
Como contraposición al monstruo, el cineasta germano presenta a Ellen, la hermosa mujer que por amor a su marido, estará dispuesta al sacrificio de entregarse al vampiro. De esta forma, Murnau nos obsequia un filme en donde la lucha entre el bien y el mal se asume de manera frontal. Aunque se debe dejar en claro que para el director:
“… la oposición entre el Bien y el Mal no es en absoluto moralista o maniquea… suele asociar la bondad con el amor, con la juventud, con la pureza, no en un sentido abstracto sino plenamente vitalista, mientras que la maldad irredimible toma los rasgos de la podredumbre y la fealdad, de modo que su visión del expresionismo, de las luces y las sombras, sobrepasa la simple sugerencia estética para asumir una resonancia simbólica de alcance universal: una visión moral del mundo basada en la dialéctica y el enfrentamiento”. 1
Efectivamente, con Nosferatu la visión del terror puesta en escena desde los tropos del Expresionismo, llegó un paso más adelante de lo que ya habían llegado filmes anteriores, como la igualmente mítica El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920). Murnau tuvo el acierto de dejar atrás los estudios prefabricados para trasladarse a escenarios naturales, donde la escenografía artificial dio paso a la arquitectura majestosa de una ciudad báltica, y gracias a la fotografía de Fritz Arno Wagner con emplazamientos de cámara que nada tenían que ver con la teatralidad conocida hasta el momento, la evocación de un terror sin nombre se hacia presente a cada minuto.
Lotte H. Eisner describe una de las escenas de la cinta con las siguientes palabras:
“Sobre el pavimento tosco, unos empleados de pompas fúnebres, con chistera y estrecha levita avanzan lentamente, negros y rígidos, llevando por parejas el ataúd de un apestado. Nunca jamás se alcanzará un expresionismo tan perfecto, y su estilización ha sido obtenida sin la ayuda del menor artificio” 2
Y también señala como uno de los factores que potencian el horror inherente a la cinta, la precisión actoral, situada en el otro extremo de lo marcado por los expresionistas, dejando de lado los movimientos recargados y en su mayoría laterales sobre un mismo plano, por otros donde se logra una profundidad de campo haciendo que el vampiro pase de uno a otro plano, acercándose perpendicularmente y de manera pausada hacia la cámara, siempre con la mirada fija, como si estuviera posada en el espectador.
Con Nosferatu, Murnau logra por primera vez el reconocimiento fuera de Alemania. Sus logros estéticos alcanzan momentos de poesía visual desgarradora y contundente (inusitada en un filme de terror, aun en nuestros días) que continuará trabajando hasta lograr la perfección en películas ajenas al género, como en Der letzte Mann (El último hombre, 1924), cinta considerada como una de las grandes obras maestras de la historia del cine, o Sunrise, su primer filme rodado en los Estados Unidos en 1926.
NOSFERATU, UNA SINFONÍA DEL HORROR
(Nosferatu, eine symphonie des Grauens)
Director: Friedrich Wilhelm Murnau. Guión: Henrik Galeen, inspirado en la novela Drácula de Bram Stoker. Fotografía: Fritz Arno Wagner. Música: Hans Herdmann (partitura original de 1922). Productor: Prana Film GmbH, Enrico Dieckmann, Albin Grau.
Alemania, 1922 - 94 min.
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Notas
1 Carlos Losilla. El cine de terror, p.p. 65
2 Lotte H. Eisner. La pantalla demoniaca, p.p. 77