«Cenote (Ts’onot)». Misticismo y trascendencia.

Por José Luis Ortega Torres.


I.

La amplia baraja temática que actualmente nos presenta el cine documental mexicano, es prueba fehaciente de que es éste y no la ficción el género que mayormente levanta la mano cuando de filmes de calidad se trata. No es un fenómeno nuevo, durante prácticamente toda la historia del cine mexicano la veta documental le ha dado gran impacto, reconocimiento y trascendencia al cine nacional con regularidad y perseverancia.

Cada año la escena del cine mexicano nos presenta un puñado de documentales de valía incuestionable que deben subsistir y encontrar (siempre a contracorriente) sus propios públicos, abriéndose paso en la cartelera nacional ‘a codazos’ contra un vendaval de comedias románticas clasemedieras y aspiracionales –a cual más bobalicona, fútil e intercambiable–, de dramas autorales destinados primero al mercado de los festivales internacionales y luego, si llegan, a públicos mínimos en los nichos culturales de siempre, y alguna que otra muestra de géneros mal llamados menores (acercamientos al noir, al thriller o al terror) que en ocasiones resultan gratamente sorprendentes.

Un puñado de filmes, decíamos, que encuentran sus públicos gracias a que los temas que son presentados en su metraje aspiran a dejar en el espectador un mensaje destinado a su reflexión, convirtiéndose a partir de su discursos diversos discursos –sociales, políticos, de coyuntura, denuncia o mera exposición de hechos– en un experiencias que se acercan a lo íntimo de la audiencia que encuentra en la pantalla un espejo de sus realidades pasadas, presentes, o quizás futuras; en ocasiones sin importar el background del espectador o del cineasta, porque el poder de la imagen proyectada nace de la imagen retratada, creando un círculo virtuoso donde artista y visor confluyen en un momento/experiencia cósmico.

Mejor descripción no puede haber para Ts’not (Cenote), segundo largometraje de la realizadora japonesa Kaori Oda, egresada de la maestría en dirección de cine de la célebre escuela de Sarajevo, bajo la supervisión del maître húngaro Béla Tarr, encontró en la península de Yucatán una continuación a sus inquietudes artísticas.



II.

Aragane (2015), primer largometraje de Kaori Oda, nos transporta a las entrañas de la tierra al adentrarse a una mina de carbón siguiendo de manera pausada y silenciosamente, a los mineros que a diario viven en una eterna oscuridad apenas quebrantada por tenues luces de linternas que sólo permiten observar un mínimo a su alrededor.

Sobre Cenote (Ts’onot), documental filmado en la Península yucateca por la realizadora japonesa –y producido por la cineasta mexicana Marta Hernaiz Pidal, igualmente egresada de la maestría en Artes con especialidad en Dirección de la Film Factory belatariana–, es justo decir que se trata de un impresionante documental que nos traslada a través de un viaje visual y sonoro por/sobre la región sureste de México, explorando la vida, la historia y la mitología de los cenotes, pozos de agua sagrados –y por lo tanto venerados– desde nuestro pasado más místico, y que han trascendido como entidades, incluso espirituales, fundamentales para la cultura maya y, en términos más tangibles y científicos, también para la biodiversidad de la región.

Oda logra crear una experiencia cinematográfica cautivadora y sensorial que se enfoca en la relación de los cenotes con el mundo natural y humano que los rodea, echando mano de una narrativa minimalista y una fotografía exquisita como únicas armas formales con las que logra sumergirnos en un mundo acuático que es a la vez hermoso y peligroso, cuyas profundidades revelan una complejidad insondable.


La película, profundamente introspectiva, nos lleva a reflexionar sobre la conexión entre la naturaleza y el ser humano. A través de entrevistas con habitantes locales, arqueólogos e investigadores, Cenote (Ts’onot) explora la importancia de los cenotes en la vida diaria de la gente de la región, así como en la historia y la mitología de la cultura maya. El uso de música tradicional en la banda sonora también contribuye a darle a la película un ambiente etéreo y místico que nos permite sumergirnos aún más en el universo que se presenta.

A nivel técnico, Cenote (Ts’onot) es una obra redonda. La fotografía y el diseño de sonido creados por la propia Kaori, contribuyen a crear un ambiente hipnótico que nos hace sentir como si estuviéramos allí, en el corazón de la península de Yucatán. Por si fuera poco, el montaje de este documental artístico resulta impecable –sí, también realizado por la directora/autora total del filme–, permitiéndonos viajar a través del tiempo y el espacio sin perder la atención en el hilo conductor de la historia.

En su conjunto, Cenote (Ts’onot) es un documental profundamente personal que, sin importar las diferencias culturales de la realizadora, México y en específico las tradiciones e idiosincrasia propias del Japón milenario y un folclore igualmente ancestral como el maya, logra transmitir un mensaje poderoso sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza.

La obra de Kaori Oda es, sin duda, uno de los grandes ejemplos del cine documental mexicano contemporáneo.



Cenote (Ts’onot)

Dirección, guion, fotografía, sonido, montajeKaori Oda; Producción: Kaori Oda, Echigoya Takashi, Jorge Bolado, Marta Hernaiz Pidal. Testimonios: Araceli del Rosario Chulim Tun, Juan de la Rosa Mibmay. 

México – Japón, 2019 – 75 min.