«Antrum»: La inagotable fascinación por las leyendas negras


Por José Luis Ortega Torres.

 


I.

Más allá de la leyenda negra que rodea a Antrum, conocida también como ‘la película más mortífera jamás realizada’, debemos de observar que en realidad se trata de un interesante ejercicio cinematográfico que reúne no solamente algunos de los resortes más básicos del miedo fímico, sino también algunas otras características extra cinematográficas, como lo son la mitología urbana, el fanatismo del coleccionista con espíritu de arqueólogo de ‘lo oculto’ y la histeria colectiva por películas ‘malditas’ y perdidas que darán paso al derivativo found footage y, por supuesto, el morbo que se crea alrededor de eventos como muertes inexplicables y demás fenómenos extraños que abonan el terreno para crear una maldición a partir de todo ello.

Antrum mezcla el (falso) documental con el cine de terror para generar toda una polémica a su alrededor incluso más allá de la pantalla mismo, cuando se nos explica que algunos festivales de cine han evitado exhibir la cinta por precaución (o temor) ya que algunos de los programadores que han visto la película, fallecieron de una manera totalmente inexplicable.

Antrum inicia justamente presentando un minidocumental grabado en video, totalmente contemporáneo, donde se entrevistan a algunos críticos cinematográficos y especialistas en el terror, quienes nos hablan emocionados o cautelosos, según sea el caso, de la leyenda sobre este filme para explicarnos su origen y el momento en que quizás se dio la maldición que pesa sobre él. Antrum es un filme realizado a fines de los años setenta en la Europa comunista que, al ser exhibido por primera vez, un inexplicable pero pavoroso incendio derivó en la muerte de todos los asistentes a la sala cinematográfica donde se exhibía, en Budapest.

Posteriormente, este mismo documental de escasos diez minutos, nos indica quiénes fueron programadores de festivales que paulatinamente murieron en situaciones totalmente inesperadas y fuera de contexto lógico (mientras vemos material de archivo sobre los fenecidos) y cómo es que han estado relacionadas directamente con el visionaje de alguna de las copias existentes.

Acto seguido, la pantalla se llena de un gran aviso de advertencia que nos indica que la película que estamos a punto de ver (extraída de un negativo recuperado), se trata de una de las copias en condiciones de ser exhibida, aunque no se sabe qué tan manipulada ha sido, porque se han descubierto en el pietaje pequeños insertos inconexos, pertenecientes a escenas que nada tienen que ver con la película, e incluso, existen dobles exposiciones con materiales superpuestos a la cinta original. Para finalizar la advertencia se deja en claro que lo que estamos por ver es altamente perturbador y puede provocar desde malestares físicos, hasta la propia muerte. Si decidimos quedarnos en la sala, será bajo nuestro propio riesgo.

 


II.

Antrum, la película original, arranca de una manera bastante normal: unos subtítulos en alfabeto cirílico y una textura de película vieja, algo sobreexpuesta en sus ocres y anaranjados, nos da la sensación precisa de estar ante una película realizada en el celuloide de finales de los años setenta, época cuando se supone fue filmada.

La historia arranca con la muerte de Maxine, la perra mascota de Nathan, un pequeño de escasos diez años, quien en el consultorio veterinario donde se han encargado de la mascota, lee un cartel que indica que todos los perros van al cielo. Da de vuelta a su casa del sepelio del animal, Nathan le pregunta a su madre si de verdad Maxine está en el cielo, a lo que su adusta madre le responde muy ásperamente que no: Maxine está en el infierno porque era una perra mala.

La brutal declaración le provoca a Nathan incertidumbre, desasosiego y un miedo inexplicable que le hace tener pesadillas que convierten su vida en un constante tormento. Para ayudarlo y mitigar su dolor, Oralee, su hermana adolescente le dice que deben ir al bosque y cavar un hoyo que los conduzca hasta las puertas del infierno para abrirlas, realizar un ritual, y así liberar el alma de Maxine, de acuerdo con las instrucciones de un libro místico que ha llegado a manos de Oralee.


Lo que a continuación veremos a partir de una narración capitular es el paulatino derrumbe de los hermanos a manos primero de una serie de eventos que intuimos son sugestión de la mente del niño, pero que sin embargo se tornan cada vez más amenazantes en medio de un ambiente siniestro, perfectamente bien filmado en el estilo visual de las películas de explotación y terror setentera, es decir, justo de la época en que supuestamente se realizó este filme. Correctamente ejecutada y narrada con tan sólo dos personajes en escena la mayoría del tiempo, Antrum crea de manera pausada, pero constante, una sensación de opresión y de ominoso miedo que hace de Natham, el personaje central, un manojo de nervios que supura miedo en cada escena e incómoda al espectador hasta un grado que pocas veces se puede ver en otras películas del mismo estilo.

El cuadro terrorífico se verá completado con la presencia de un par de sujetos violentos y miserables que rinden culto en medio de la inmundicia a una entidad satánica quienes, al descubrir a los hermanos, comenzarán a darles caza. De esta manera el miedo ancestral a lo satánico desconocido (los miedos de Nathan) se combinan con el terror supervivencialista, dando paso a una serie de secuencias donde el escape y captura de los hermanos aporta un grado más de angustia al espectador, quien de repente ve interrumpido el flujo de la cinta por insertos de imágenes de tortura (¿snuff?) hacia una joven pareja en rápidos flashazos en blanco y negro que nada tienen que ver con el Antrum ‘original’; dándole una vuelta más de tuerca al shock value.

 

III.

El miedo al que nos enfrenta Antrum no es del todo nuevo porque este perenne terror atmosférico, las inicuas amenazas en contra de unos personajes hasta cierto punto candorosos e incapaces de codificar primero a esos miedos para enfrentarlos después, es una estratagema que ya conocimos en 1999 con El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project. Daniel Myrick, Eduardo Sánchez), donde atestiguamos (ahí en clave del found footage clásico) la histeria provocada dentro y fuera de la pantalla por la conceptualización de un miedo ancestral tan mítico como intangible, donde el satanismo ofrecía la única explicación medianamente racional para unos personajes en situación de desamparo, ergo, definitivamente condenados.

Antrum incluye también de manera ‘subliminal’ algunos planos insertados artificialmente de pentagramas y otros símbolos de invocación satánica, los cuales serán explicados hacia el final de la película ‘descubierta’, dándole continuación (una vez acabada la filmación ‘original’) al documental que vimos al inicio. Es decir, una vez que llegamos al desenlace de la película encontrada, pasamos a una disección cuadro por cuadro de ésta donde se nos explica (y enseña) cómo en ciertos momentos álgidos de la película, donde el terror se torna descarnado, alguien (o algo) sobrepuso los mencionados pentagramas que se proyectan de manera casi imperceptible, aunque algunos de ellos aparecen de manera bastante obvia, incluyendo algunas sobreimpresiones de tenues imágenes de Satanás que llenan el cuadro.


La seriedad con que se realiza la disección de la cinta ‘recuperada’, le brinda una legitimación a su leyenda negra cuando, por medios científicos, se nos explica gracias a la inmersión en las tareas de rescate hechas por un laboratorio de restauración real, cómo es que aparecen a lo largo del filme en poco menos de doscientos fotogramas el pentágono maldito sobrepuesto con cinta adhesiva, además de otras imágenes satanistas o Iluminati, potenciando la sensación (imaginación) de que efectivamente estamos ante una película de origen no era el de generar una mera obra de terror para espantar a los espectadores sino que la película es en sí mismo el ritual satánico que traía a estas entidades demoníacas del infierno.

En ese sentido, Antrum es una película que funciona como una maquinaria de reloj diseñada para crear un arco narrativo de sugestión para lograr un miedo no diegético que inicia y termina off the screen y que se debe de ver como un plan chapucero sumamente elaborado y divertido. Un filme lo suficientemente descarado para agitar las aguas de un género a momentos estancado, pero que de vez proporciona algunos latigazos de originalidad malsana. 


ANTRUM

(Antrum: The Deadliest Film Ever Made)

Dirección, guion y producción: David Amito, Michael Laicini; Reparto: Rowan Smyth (Nathan), Nicole Tompkins (Oralee)

Canadá, 2018  -  95 min.