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Robots, aliens y luchadores. Cine B y ciencia ficción en México *

* Texto de presentación de la exposición homónima 
montada en el Panteón Museo de San Fernando, 
en el marco del XXI Festival Macabro. 
Agosto 2022, CDMX


 Por: José Luis Ortega Torres    


I. 

Para que la magia inherente al espectáculo cinematográfico funcione, necesita que el espectador cumpla de manera consciente con un requisito esencial para alcanzar el gozo pleno: la suspensión de la incredulidad. Tener la capacidad para dejar en el lobby de la sala cinematográfica –o al momento de dar play al reproductor o streaming– el sentido crítico y aceptar como una verdad temporal que eso que vemos en la pantalla es factible (si bien improbable) de suceder, sin importar si estamos frente a una reconstrucción histórica, una anécdota intimista, un romance edulcorado o una pasión exacerbada.  

            Sin embargo, el cine fantástico requiere no sólo de pausar la incredulidad por dos horas, sino de establecer con él y para él, una gozosa complicidad que nos permite sentir en la entraña lo mismo fascinación que repulsión, miedo o adrenalina, risa nerviosa o incómoda ansiedad ante zombis, fantasmas, alienígenas, demonios, científicos locos y sus máquinas de destrucción, críptidos monstruosos y demás entidades siempre ajenas al raciocinio y, quizás por ello, seductoras de nuestra imaginación. 

            “Ajeno al raciocinio” e “imaginación desbocada”, son dos frases que el cine mexicano cumple a cabalidad, convirtiéndolas en una denominación de origen que da certeza y garantía de su calidad a ojos del espectador internacional que, con la llegada de un puñado de títulos que comenzaron a exhibirse durante los años setenta en festivales y retrospectivas especializadas, encontraron en ese cine mexicano –delirante hasta el más puro asombro– valores de ingenio más que de producción y de descaro más que de habilidad técnica: virtudes que los críticos ojos nacionales se empeñaron en negar, siempre preocupados por acallar “el qué dirán” de nuestro arte fílmico. 

            La Historia, sabia y justa como suele ser, pone a cada quién y a cada cuál en su justo lugar y, aunque a veces se tarde, siempre termina por demostrarnos quién ha vivido equivocado.

 


II.

 

La filmografía de género fantástico nacional se remonta, oficialmente, hasta el inicio mismo del cine industrializado en México en la década de los treinta del siglo XX, apenas un par de años después de la incorporación del sonido directo a nuestro cine, con la aparición de La Llorona, filme dirigido en 1933 por Ramón Peón. 

            Sin embargo, y no obstante la existencia de títulos indispensables para el terror azteca en esa misma década (El fantasma del convento, de Fernando de Fuentes o Dos monjes y El misterio del rostro pálido, ambas de Juan Bustillo Oro) será durante los años cincuenta que el terror y la ciencia ficción nacionales alcanzaron su punto de maduración, legando para las décadas siguientes los ejemplos más psicotrónicos y sorprendentes de una mixtura de los cánones clásicos del cine de terror gótico o la scifi atómica, con folclores y mitos endémicos: haciendas pos revolucionarias derruidas, momias aztecas o del bajío guanajuatense, hercúleos marcianos y exhuberantes venusinas y claro, los indispensables gladiadores enmascarados del pancracio mexicano y su tecnología de peltre adelantada, por más de medio siglo, a los smartwatch y las conferencias vía Zoom. 

            Historias absurdas, pero entrañables, donde esa “suspensión de la incredulidad” se convierte en un acto de fe con duración de dos de tres caídas sin límite de tiempo, porque su tiempo es eterno e intergeneracional. Así, hoy en día las nuevas generaciones de espectadores habituados a un cine de vértigo y CGI que de tan maravilloso imperfecciona lo perfecto, se dejan fascinar por héroes  sudorosos que lo mismo trajinan en el cuadrilátero contra sus semejantes, que batallan contra los poderes de la oscuridad, lo inhumano, lo intergaláctico o de la ciencia loca, pero sin la necesidad de empuñar martillos mágicos ni guantes todopoderosos, sino armados con el mero poder de sus manazos, la fuerza de sus topes de borrego y patadas a la Filomena para salvar al planeta desde México y para el mundo… aunque el resto del orbe nunca llegue a enterarse.

 


III.

 

La exposición de carteles y lobby cards «Robots, aliens y luchadores. Cine B y ciencia ficción en México», es el resultado de un extraordinario esfuerzo de investigación y logística del Macabro FICH, pero antes que nada, es una muestra de respeto y amor para un cine que por más de medio siglo nos ha dado un rostro alegre, desprejuiciado y dicharachero ante los cinéfilos del mundo, tal y como es la esencia misma del mexicano y, al mismo tiempo, de carácter valiente y “entrón”, sin miedo a ese petulante “qué dirán” de antaño y, eso sí, bien orgulloso de su cepa. 

            Los diez los títulos que conforman esta curaduría son una mínima, pero muy atinada, selección del espíritu de nuestro cine de terror y ciencia ficción, donde no sólo están presentes los icónicos Santo, Blue Demon y Mil Máscaras, héroes imperecederos en tanto reales, sino también sus símiles femeninas representadas por las eternas Lorena Velázquez, Elizabeth Campbell y Sonia Infante, quienes personificaron a cientos de mujeres mexicanas que abrazaron el oficio del catch con orgullo y dedicación; enfrentando juntas y juntos (o por separado) amenazas impensables.   

Inauguración de la exposición Robots, aliens y luchadores. Cine B y ciencia ficción en México. Macabro XXI. Fotografía: FB Macabro FICH.
        

            También veremos muestras de ciencia ficción desternillante, donde la más inolvidable de las momias aztecas medirá su poder contra un cyborg producto de la ambición científica. A una tripulación de astronautas con boxeador galán y simpático incluido, viajando a un planeta desconocido para derrocar al tirano que sometió a su civilización y que ahora pretende dominar a la Tierra; y, también, un extraordinario drama fantástico donde un hombre sentenciado por un crimen que no cometió, logra hacerse invisible gracias a un suero y así probar su inocencia, aunque su cordura resulte comprometida… pero eso, no tiene la menor importancia. 

        Disfrutemos, pues, de este recorrido iconográfico dejándonos seducir por la belleza de su arte gráfico y hagamos de esta exposición el pretexto perfecto para recurrir, de la manera más inmediata posible, al visionado de los títulos aquí seleccionados y de otros más que se nos presenten del gran tesoro que es el cine fantástico mexicano, un legado aún por descubrir y (re)valorar.

      

Inauguración de la exposición Robots, aliens y luchadores. Cine B y ciencia ficción en México. Macabro XXI. Fotografía: FB Macabro FICH.


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