THE HOST / Gwoemul / El huésped

Por: José Luis Ortega Torres
joseluis@revistacinefagia.com

Para entender y, sobre todo, disfrutar de The Host , es necesario entregarse a la película libre de los prejuicios del estilo “estamos viendo una película de monstruos japoneses”... porque, en primera, ni la película es japonesa ni se trata solamente de monstruos.



Esto lo digo porque cuando asistí a la proyección de esta película en la Cineteca Nacional, palabras como las anteriores se dejaban escuchar a la entrada de la sala “...es de monstruos japoneses”... y lo peor, al interior, ya en plena proyección, no faltaron las cabezas duras que sintiéndose graciosos se carcajeaban sin motivo alguno. Ver cine fantastico oriental es chic, está de moda y por lo tanto, se convirtió en fénomeno snob.

Quizá por eso una cinta donde el asunto de fondo es la presencia de una extraña mutación anfibia que sirve como vehículo para exponer los vicios y temores de una sociedad es poco entendida en su premisa básica. Es simple: en The Host, la presencia y desmanes provocados por el monstruo son el medio que justifican los alcances del objetivo final.

Ubiquémonos: en el occidente, una película con monstruo gigante es, per se, una cinta de desastre donde la estrella es la destrucción. En medio se presenta la figura de un hombre inteligente (the american boy scout) que busca rescatar al amor de su vida (de preferencia rubia y con un talento especial para meterse en problemas) y, por extensión... casi por mera casualidad, termina por salvar a la humanidad.


El monstruo y la destrucción sirven, pirotecnias visuales y dramáticas incluidas, como el motor que mueve a la estructura narrativa del filme y por ende, a su acción interna. De ambos factores (coyunturales uno al otro, obviamente) surge un tercero a nivel de discurso socio-político que es la delicia del publico occidental –llamémosle anglosajón, teniendo en cuenta la preponderancia de Hollywood en materia de cine de desastre–, la reivindicación del hombre como héroe mítico, salvaguarda de su condición humana y de su dominio sobre la Tierra, donde no existe –o por lo menos no debería de existir– una raza superior a él.

Ahora bien, la concepción del cine fanta-terrorífico en el lado asiático es completamente distinto, sea de fantasmas, de superviviencia o, como en este caso, de criaturas zoomorfas. Por principio de cuentas habríamos de observar que las culturas profundamente religiosas y míticas de oriente han utilizado las narraciones de carácter extraordinario como una metáfora sincrética para unir esas creencias con los eventos sociales de carácter cotidiano.

En The Host esto se hace evidente cuando la irrupción del monstruo provoca que la familia protagonista evidencie sus taras internas al verse arrastrada a una situación límite, donde su parte más vulnerable –y aun inocente– representada por la pequeña Hyun-seo, se vea violentada y arrancada, literalmente, de los brazos del padre.

A partir del descubrimiento de que la pequeña continúa viva y el inminente desplazamiento físico de la familia en pos de su rescate, desfilan por la pantalla todo un grupo de figuras arquetípicas de la sociedad globalizada no sólo del Oriente, sino del voraz mundo neoliberal en los albores del siglo XXI: ahí está el abuelo corruptor y corruptible que en la peor tradición del capitalismo salvaje busca solucionar todo por medio de la típica “mochada”. El tío alcohólico perteneciente a esa generación X (Y-Z) que los mass media ahora han bautizado como “Adultos Jóvenes Contemporáneos”, desencantado de una educación universitaria que no le provee respeto, ni dinero. Ni que decir de la tía, una apocada joven incapaz de superar sus miedos deportivos que la hacen aparecer siempre como “la ya merito”, acostumbrada al bronce en lugar del oro y que no hace otra cosa más que obviar su sexualidad reprimida.

Por otro lado, Gang-du la figura paterna es, en realidad, una mente infantiloide atrapada en el fodongo cuerpo de un adulto. Una figura parcialmente inocente y complementaría a la de su hija raptada por la criatura. No es casual entonces que, en el desplazamiento físico y geográfico de la familia en busca de la chica, se viva un víacrucis en dos distintos niveles: el grupal, que de manera un tanto obvia nos dirige a la recomposición de la célula familiar y uno más a nivel individual donde cada uno de los personajes inmiscuidos llegarán un pasó más allá de sus límites personales para “purificarse” a sí mismos, ya sea enfrentando de manera estoica a la muerte, como en el caso del abuelo, o bien, superando sus temores y auto-limitaciones –la tía– o canalizando la violencia y resentimientos internos en vías de ayudar –el belicoso tío–, aunque las bombas molotov no son opción.

Es el padre salido de un huevón-autismo quién grita, corre, luche e incluso eche mano del secuestro de gordas enfermeras para alcanzar la libertad de la que fue privado so pretexto de ser él quien tuvo contacto con la bestia y es el potencial portador de un virus mortal. Será su inocencia y disposición la que lo haga enfrentar valerosamente no sólo a médicos y militares –en su evidente estamento represor– sino también a un monstruoso ser que no es otra cosa que la representación gráfica de los miedos y poluciones sociales, modernización de la figura del Monstruo shelleyniano que en el Frankenstein cinematográfico de la década de los treinta representó la decadencia de una sociedad americana post Depresión del '29.

The Host es, entre otras lecturas –que van del evidente alegato contra la política intromisoria yanqui, hasta reclamos ecologistas–, una reflexión social sobre la necesaria “cura” al virus que paulatinamente nos infecta: el de la indiferencia. Aunque para ello sea necesario el cambio generacional, como parece indicarlo Bong Joon-ho en un final que no por dramático, deja de ser aleccionador.





EL HUÉSPED
(Gwoemul)

Dirección: Bong Joon-ho; Guión: Bong Joon-ho, Baek Chul-hyun, Ha Jun-won; Producción: Choi Yong-bae, Jang Junyoung, Joh Neung-yeon, Lewis Kim; Fotografía: Kim Hyung-ku; Música: Lee Byung-woo; Edición: Kim Seon Min; Con: Song Kang-ho (Park Gang-du); Byeon Hie-bong (Park Hie-bong); Park Hae-il (Park Nam-il); Ko Ah-sung (Park Hyun-seo), Bae Du-na (Park Nam-joo), David Joseph Anselmo (Donald)

Corea del Sur, 2006 119 min.

Participaciones: Festival Internacional de Cine de Cataluña – Sitges (Premio Orient Express y Premio a Mejores Efectos Especiales), España 2006; Festival Internacional de Cine Fantasporto (Premio Internacional de Fantasía a Mejor Director), Portugal 2007;