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PÁRPADOS AZULES, luz en la oscuridad del cine mexicano

Por: Eduardo Sánchez Villagrán


Los ciudadanos que habitamos en esta gran urbe llamada Ciudad de México, nos distinguimos por estar todo el tiempo enfrascados en el estrés cotidiano, el ir y venir de un lado para otro, siempre detrás de la chuleta (llámese buscar mejor ingresos económicos para sobrevivir), carentes de capacidad para comunicarnos unos con otros, inmersos en una vida mecánica donde muy pocas veces nos damos cuenta qué tan solos nos encontramos y, por añadidura, negamos que estamos sumidos en una profunda soledad.

La soledad, resulta un tema que regularmente se evita dentro de las historias contadas por el cine mexicano, aunque en los últimos años pocas producciones han resultado airosas (recordemos Japón, Mil nubes de paz…El Mago, Soba por mencionar algunas) donde sus protagonistas a través de distintos procesos, se aceptan a sí mismos y buscan salir de ella sin importar cuáles sean las consecuencias.

Por eso, encontrarse una cinta como Párpados Azules donde el tema de la soledad es planteada sin maniqueísmos, trampas dramáticas, inconsolables lloriqueos o estilos visuales telenovelescos, viene a vitalizar el siempre pisoteado, prejuiciado y denostado cine nacional.

La ópera prima del realizador del CUEC Ernesto Contreras, gira en torno a una mujer de nombre Marina Farfán, ganadora de un viaje doble a la paradisiaca Playa Salamandra, sin embargo no tiene con quién viajar y decide invitar a un ex compañero de secundaria, Víctor Mina, de quién poco o nada recuerda. De ahí se desprende una historia de amor sin concesiones, sin cursilerías, con acertados toques de comedia que suavizan.




Cuando los protagonistas deciden relacionarse, en ese momento se crea una atmósfera de vacíos en ambos; el rigor formal que le imprime su director, logra una riqueza audiovisual magistralmente reflejada con silencios que remarcan los estados de ánimo de ambos personajes, manifestando su incapacidad o falta de interés para decir o compartir algo.

Variedad en el uso de los planos, médium shots recurrentes a los rostros de Marina y Víctor, para así narrarnos su relación y las formas de comunicación que emplean, donde las palabras son escasas; si bien Víctor es la parte activa en la supuesta empatía ya que busca entablar conversación alguna, pero topa con pared ante la pasividad de Marina que solo se limita asestar monosílabos como respuesta, o en el mejor de los casos frases cortas.



Llama la atención cómo el autor interpreta los deseos de sus personajes a través de una película que ellos ven, Marina y Víctor ven a una pareja de amantes que atina a decir: “quiero ir a bailar, que me beses y hagas el amor”, estas frases quedarán grabadas en las mentes de los susodichos para después emularlas cada una, aunque en la práctica las cosas se tornen agridulces.

En una historia de amor sin romanticismo, no podría faltar la secuencia erótica obligada, pero sin los convencionalismos acostumbrados, no sin antes detallar que después de una frustrante cita donde el baile no se pudo consumar, el proceso del primer beso revierte el primer fracaso; cargado de una sutileza propia de destacados cineastas europeos, el acercamiento de los rostros de Marina y Víctor se da en medio de un silencio sepulcral para juntar sus miradas y después sus labios.



El director juega con los estados de ánimo, cuando se piensa que la historia irá hacia una dirección más esperanzadora, el golpe no se hace esperar, confesiones delusorias, pero honestas emergen desde lo más profundo de cada uno y de ahí un salto al departamento de Víctor para presencial uno de los actos sexuales más deprimentes que se hayan visto en la historia del cine mexicano, sin caricias, sin palabras, ni susurros, donde apenas se alcanza a escuchar ciertos sonidos ambientales propios de la cama donde yacen.

En el filme destacan ciertas manifestaciones narrativas sobre el cuento y la fábula, un posible paralelismo entre Marina y la dueña-jefa del almacén de uniformes donde trabaja nuestra protagonista principal (encarnado por Ana Ofelia Murguía), se intuyen probables reflejos de vida en diferentes estadios de tiempo.


Los protagonistas con el realizador


Párpados Azules es una cinta que no se dirigiere a primera vista para el público cautivo, requiere de varias lecturas o revisiones donde nada es predecible, su director nos invade con inventivas de planos e imágenes que contienen una fuerza visual y sonora que logra envolver y sensibilizar al espectador, claro ejemplo es la secuencia del picnic que la pareja sostiene, mientras él inicia la charla, ella se pierde con la mirada fija a otra dirección; ahí la cámara desplaza a ambos cuerpos para ubicarnos en el centro de atención por medio de un zoom in, la mano de Marina que deshila suavemente un mantel, hasta llegar a un big close up, apoyándose con el sonido ambiental.

Se pensará que las temáticas ya mencionadas en la cinta, resultan ser defectos en los comportamientos de Marina y Víctor, sin embargo, el realizador los plantea como características propias que ellos concientemente asumen durante toda la historia, simplemente porque son así, no piden ayuda a nadie para que los rescate de la depresión a la que están habituados, viven sin culpas, actúan por convicción propia, aunque su indolencia no les permita ser felices casi todo el tiempo.


Ernesto Contreras


Ernesto Contreras demuestra que con escasos recursos de producción y un amplio conocimiento del sentido cinematográfico, se pueden lograr producciones de verdadera calidad combinando arte con diversión.



PÁRPADOS AZULES


Dirección: Ernesto Contreras, Guión: Carlos Contreras, Producción: Luis Albores, Érika Ávila, Ernesto Contreras, Sandras Paredes, Fotografía: Tonatiuh Martínez; Música: Iñaki; Edición: Ernesto Contreras, José Manuel Cravioto; Con: Cecilia Suárez (Marina Farfán), Enrique Arreola (Víctor Mina), Ana Ofelia Murgía (Lulita), Tiaré Scanda (Lucía), Luisa Huertas (Mercedes)

México, 2007 98 min.

Participaciones: Festival Internacional de Cine de Guadalajara (Premio MEZCAL, Premio Mayahuel a Mejor Película Iberoamericana y Premio Mayahuel a Mejor Guión), México 2007; Festival Internacional de Cine de San Sebastián (Mención Especial Premio Horizontes), España 2007; Festival Internacional de Cine de Cannes, Francia 2007; Festival Internacional de Cine de Tokio, Japón 2007; Festival de Cine Sundance, Park City, Utah (Premio Especial del Jurado Sección Cine del Mundo – Drama), Estados Unidos 2008


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